Los
nuevos tipos de relaciones y comportamientos amorosos o sexuales de nuestra época
son el resultado de la evolución histórica de la pareja. A medida que el ser
humano y su sociedad evolucionaban a lo largo del tiempo se ha ido
construyendo una ontología del vínculo afectivo, pasando del puro vínculo
reproductivo de las parejas más primitivas a los vínculos de pareja de tipo
fuertemente social y económico (como los matrimonios de Moratín, por intereses).
Siguieron posteriormente las parejas cuyo vínculo era fundamentalmente el
idilio romántico y subjetivo, como en la época del Romanticismo (aquellas novelas
de fuerte contenido del corazón), siendo el sentimiento de cada uno de los
cónyuges la base de estas parejas.
Hoy
en día las relaciones amorosas son, una vez más, diferentes. Ahora lo que se
pide, busca y exige son las sensaciones únicas e intensas. Se persigue el
estremecimiento mental, aunque para ello se tenga que acudir a la transgresión
o la fantasía hecha realidad. La vía más efectiva, más estimulable para las
sensaciones intensas es la visual; por ello se potencia la imagen en exceso,
resaltando lo sexual evidente (y visual), frente a lo velado o sugerido.
Las
parejas actuales basadas en lo sensorial suelen acoplarse rápidamente, pero su pervivencia
es muy efímera, coincidiendo su final con el desvanecimiento de la intensidad
de las sensaciones en la relación amorosa. Más que de una pareja, o de una
relación, se trata de un pacto inconsciente entre dos personas: el de
procurarse sensaciones placenteras de modo recíproco. Cuando ya no funcionan
las sensaciones, la pareja se separa sin grandes problemas emocionales, pues no
había tanta emoción como intercambio de sensaciones.
Los
jóvenes, adolescentes y solteros de nuestra época perciben esta invitación de
la sociedad a desear un torbellino de sensaciones impregnando todos los
aspectos de su vida, desde lo íntimo o lo sexual hasta su estilo externo de
vida, explosivo, rápido y momentáneo.
Para las parejas más asentadas, esta situación cultural y social actual
constituye un problema, al sentirse envueltas por esta vorágine social de
búsqueda de sensaciones, que les enfrenta a cómo permanecer con la persona
elegida para perpetuarse en el tiempo y a la vez tratar de alcanzar las sensaciones
de lo nuevo y cambiante.
Si
unimos este tipo de nuevas relaciones amorosas con el aumento de las
expectativas de vida, obtenemos una mayor cantidad de vínculos y parejas más
allá del matrimonio único tradicional. Así, los sociólogos americanos han
tipificado los diferentes matrimonios de nueva factura:
- El matrimonio de arranque, con el
que se prueba esta forma de relación y se comienzan las experiencias de
pareja, siendo también el que aporta las primeras decepciones.
- El “parentig marriage”, que es el
matrimonio que aporta los hijos. Es el más duradero, hasta que los hijos
han crecido.
- El tercer matrimonio es el “self marriage”,
centrado en uno mismo y en su autorrealización.
- Si la vida de senectud es lo
suficientemente larga y autónoma, se puede llegar al cuarto matrimonio: “connection
marriage”, en el que se trata de compartir afinidad trascendente y ofrecer
y recibir compañía.
Tanto o más que los tipos de matrimonio han cambiado las actitudes del hombre y la mujer en la pareja; en especial, quién es el que toma la iniciativa y quién marca hasta dónde se llega en el aspecto sexual de la relación. Tradicionalmente, han sido los hombres los que han querido ir más lejos en cuestión de sensaciones sexuales, intentando arrastrar a las mujeres en este terreno. Sin embargo, ahora son las mujeres las que toman la delantera y muestran su lado más salvaje, mostrándose agresivas en la vertiente más “animal” en cuanto a la sexualidad se refiere.
La
mujer de hoy intenta implicar al hombre en una vida menos “cosificada” en el
terreno sexual. La mujer tiene un imaginario común sobre el amante ideal, el cuál
pasa de boca en boca o se escribe sobre ese imaginario colectivo. Inicia la
búsqueda de este amante ideal cuando siente la rutina en la pareja: viajes,
amantes, huidas, vacaciones, intensidad en el trabajo y con los compañeros. Así
pues, la fantasía erótica masculina de una mujer salvaje que había que dominar
se ha cambiado en muchas casos por la realidad de una mujer salvaje, donde
impera la parte corporal sobre la emotiva, siendo la primera la relacionada con
el deseo y la segunda la relacionada con el amor.
Finalmente, la "confusión" entre las generaciones a la hora de establecer relaciones amorosas es
otro elemento importante en una sociedad que pone como prioridad las
sensaciones. Hoy en día es más fácil ver mezclarse las generaciones, que mezclarse
las clases sociales; de hecho, todos quieren ser eternamente jóvenes. El uso generalizado
del ordenador por personas de todas las edades, la elección de la ropa con
estéticas “atemporales” y el cuidado del aspecto (y disimulo de la cruda realidad cronológica) nos
demuestran que la diferencia de edad es más fácil de superar que la diferencia de
clases.
Para
muestra de esta “confusión amorosa generacional”, basta observar dos de sus manifestaciones
más frecuentes:
- El “efecto Matusalén”, un hombre
mayor que anhela la vitalidad con una mujer más joven. Otra variante: las
mujeres que aportan su sabiduría y experiencia a hombres más jóvenes,
hombres que ya no buscan su princesa, sino su “reina”, que les aporte
seguridad y protección.
- El “síndrome del hermafrodita psicológico”,
donde se trata de saber combinar y proyectar sin conflictos ni
estridencias lo masculino y femenino de cada uno. A nuestro alrededor
observamos jóvenes efebos, depilados, muy cuidados pero sin ser gays. A la
vez, encontramos chicas uniformadas, con cabeza rapada provocadora pero sin
ser lesbianas.