- Sócrates hablaba (metafóricamente) de una placa de cera que había sido regalada al hombre por Mnemósine, la madre de las Musas, y en ese bloque se grababan todos los recuerdos; cuando desaparecían los grabados, desaparecía la memoria.
- Platón diferenciaba entre dos tipos de memoria: la neme y la anamnesis. La primera es la retención pasiva de todo lo que percibimos, mientras que la segunda es más activa, siendo el poder que tiene el espíritu de recordar todo lo vivido con el cuerpo.
- Aristóteles adoptaba una aproximación bastante realista, resaltando más que Platón el sustrato fisiológico de la memoria, al plantear ya entonces que ésta se encontraba alojada en procesos físicos que se producen en el cuerpo.
- En la Edad Media, S. Agustín consideraba la memoria, la voluntad y el entendimiento como las tres actividades cardinales del alma. Diferenciaba dos tipos de memoria, que luego reaparecerán en siglos posteriores: la memoria sensorial, dando lugar posteriormente a la memoria episódica, y la memoria intelectual, que sería la que posteriormente denominamos semántica o de los conocimientos. También adelantaba en parte las modernas teorías estructurales de la memoria, al hablar en las Confesiones de “edificios, almacenes, cuevas y tesoros de la memoria”, advirtiendo además que éstas descripciones son meras aproximaciones a la memoria.
- Finalmente, en el siglo XIX, Hermann Ebbinghaus comienza en Alemania el estudio sistemático de la memoria, aplicando el método científico en laboratorio para intentar desentrañar su estructura y funcionamiento.
También se comentaron los tipos más habituales de “problemas o fallos de memoria”, de los que podéis obtener más información en nuestro anterior artículo “Los Siete Pecados de la Memoria”.
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