miércoles, 13 de abril de 2011

Generación "Ni-Ni" - ¿Mito o Realidad Social?

Generación Ni-NiHace pocos días, comentábamos con un amigo más joven que íbamos a dedicar la siguiente emisión de radio de "Contamos Contigo" a la “Generación Ni-Ni”. Su respuesta, que ciertamente nos hizo pensar, fue: No me parece justo que se califique a toda mi generación sólo por las actitudes de unos cuantos”.

Días después, durante la grabación del programa, el Dr. Gallego (vicedecano de Psicología de la UCV), se expresaba en términos bastante alineados con la opinión de nuestro amigo, señalando que no estaba de acuerdo con la utilización de la frase “Generación Ni-Ni”, sino que habría que referirse más bien a la “Circunstancia Ni-Ni” o al colectivo de los “Jóvenes Ni-Ni”.

Sea cual sea la denominación que utilicemos, nos referimos a un segmento de población entre los 18 y 30 años,  que viven mantenidos en la casa de sus padres y que pasan sus días, básicamente, sin hacer nada. Ni estudian, ni trabajan, ni buscan trabajo, y ven aproximarse su incierto futuro entre la indolencia y el conformismo. La mayoría de estos jóvenes (posiblemente más de los que las estadísticas oficiales admiten), son inmaduros seudo-adolescentes tardíos, que no tienen esperanza en nada, ni proyectan su vida con sentido vital ilusionante. Tienen una sensación superficial de felicidad y privilegio por no hacer nada, convirtiéndose en esclavos de su propia falta de actividad. Algunos enmascaran esta situación haciendo lo mínimo en tareas académicas, invirtiendo un porcentaje mínimo de sus capacidades.

Pero no todo es culpa suya. Estos jóvenes son una población que evidencia las secuelas devastadoras de una década prodigiosa de consumismo y despilfarro a nivel económico, y de haberles consentido en múltiples vicios como el hedonismo y el existencialismo vacuo. Los hijos “ni-ni” llevan una vida disfuncional y asocial, que les conduce a desarrollar una personalidad caracterizada por la arrogancia, la mala adaptación, y la escasa educación y habilidades sociales. Su potencial vital está enfocado con exclusividad al sexo, al egocentrismo, al “todo vale” y a la molicie. El ocio mal entendido es el motor de su existencia.

Estos jóvenes tienen un riesgo mayor de ser pasto de pandillas disociales, sectas y grupos marginales. Tienen demasiado tiempo libre y necesitan no poco dinero para costear su nivel de “ocio” y vicios. Esta circunstancia la aprovechan los grupos “oscuros”, que les ven como mano de obra barata y como fáciles esclavos para sus viles propósitos. Son poblaciones que, para su desgracia e indefensión, carecen de valores e incluso de prejuicios morales. Los jóvenes “ni-ni” son una población encaminada al fracaso y al deterioro en lo más profundo de su ser: drogas, sexo prematuro, dinero fácil, adiciones a tecnologías, etc.

La ausencia del conocimiento y formación adecuadas, junto con la escasez de valores y virtudes humanas, les impiden evolucionar hacia personalidades saludables, hacia conductas prosociales y maduras que llenen su vida de plenitud y sentido vital. Lamentablemente, muchos de estos jóvenes no tienen una “brújula interna” que les guíe.

La dimensión familiar de estos jóvenes ha sido muy característica: familias de clase media, alta o baja, en las que se han dado una serie de factores facilitadores para alcanzar esta disfuncionalidad de algunos de sus miembros. Generalmente, han sido familias con poca presencia en tareas de crianza, delegando las funciones educativas y morales a colegios o personas de cuidado en el hogar. La razón de ser de estas familias era tener un alto nivel de ingresos para tener más y poder acceder a un ocio más estridente o más “aburguesado” que el que los propios padres habían tenido.

Algunos padres han consumido muchos de sus ahorros para mantener un nivel de ocio y disfrute vacío de sus hijos, para no enfrentarse a ellos y evitar conflictos, incluso violencia en el hogar. En estos hogares no ha habido normas definidas, objetivas y no burlables. Todo ha sido cambiante y relativo a la apetencia o capricho variable del joven. Hace décadas, era impensable este tipo de jóvenes, puesto que existían en las familias unas normas innegociables. Todos los miembros de la famillia tenían que hacer el máximo esfuerzo para colaborar en la correcta marcha de ésta, de la sociedad, y del propio individuo de cara a su futuro.

Sus relaciones afectivas son de escasa calidad y con nula proyección futura. No tienen casi nada que ofrecer, y las parejas les ven como sujetos carentes de personalidad madura, de voluntad y firmeza, para enfrentarse a las situaciones que la realidad exige. Es muy probable que queden descalificados dentro de su entorno para acceder a relaciones serias y proyectadas hacia un futuro estable. Muy difícilmente podrán formar una familia.

A nivel laboral, es muy difícil que puedan acceder a un puesto de trabajo, puesto que en el proceso de selección ya se observan su indolencia, su falta de esfuerzo, y su ausencia de metas ambiciosas vitales. Por otro lado, si consiguen el trabajo, pueden perderlo con más facilidad, puesto que tendrán que aceptar órdenes y obedecer a superiores. Este aprendizaje les resultará muy complicado, les será desagradable, y finalmente será rechazado desde una personalidad caprichosa, voluble e inmadura.

Como decíamos antes, no todo es de la exclusiva responsabilidad de estos jóvenes. En buena medida, sus padres les han conducido a ser seres tiranos, los cuales dominan el hogar y su funcionamiento, conviertiendo el domicilio en su “reino de taifas”. Ellos marcan los ritmos o no ritmos: sueño, ocio, alimentación. Los padres han trabajado mucho para rodearles del máximo confort y comodidades, convirtiéndoles en las auténticas joyas de la casa, despreciando la austeridad.

Aunque en apariencia son felices porque no realizan ningún esfuerzo y sólo se dejan llevar por la pura apetencia pulsional, estos jóvenes se sienten a menudo depresivos, desilusionados, desesperanzados, descreídos. No quieren crecer (complejo de Peter Pan). Son la antítesis de lo que es evolutivamente un joven: rebelde, vitalista, soñador, proyectado en el futuro.

Por su parte, los padres de estos jóvenes se sienten muchas veces altamente culpables y decepcionados. Saben difusamente de su responsabilidad, pero sienten que no saben cómo cambiar la situación o reconducir la dinámica nociva del joven y de todos los miembros de la familia. Cuanto más tardan en actuar, más se enquista la anormalidad y más se perpetúan los roles de acción. Los jóvenes “ni-ni” no quieren oir hablar de cambio; si se les fuerza, aparecen conductas arcaicas y de escasa regulación emocional: hostilidad, negativismo, coprolalia, violencia y exigencias agresivas.

Los jóvenes “ni-ni”, aunque sean inteligentes, al no usar intensivamente esta capacidad (que es lo propio de su edad), ven cómo se les van limitando sus ventajas intelectivas, cediendo a sensaciones, emociones y necesidades pulsionales.

Y para terminar, se debe diferenciar el segmento “ni-ni” (que constituye un caso de patología social) del segmento de juventud en espera de trabajo o sufriendo la imposibilidad de una formación específica o adecuada (por razones de la economía y políticas sociales).

Mezclar ambas poblaciones puede responder a tergiversaciones electorales y partidarias, según políticos y propósitos. Así, por una parte nos hablan de la población “ni-ni”  patológica, estimándola en apenas un 1%. Otros datos engloban a ambas poblaciones (la patológica y la que quiere pero no puede estudiar o trabajar), alcanzando hasta un 54%. Esta mezcla es una “falacia ecológica” en términos e Psicología, propiciadora de confusión, puesto que no se deben mezclar poblaciones bien diferentes según formación o planteamiento vital.

1 comentario:

  1. Anónimo17:41

    tengo una hermana Ni Ni .... mis padres aun la alimentan...
    yo me la saque de encima

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