lunes, 2 de mayo de 2011

Sueños de Princesas y con Princesas

Sueños de princesas Cada etapa de la vida tiene unas características proyectivas de futuro específicas. También cada sexo y cultura tiene sus propias ilusiones, metas y objetivos de éxito.

Durante las últimas semanas, a raíz de la boda real entre el Príncipe Guillermo y Kate Middleton, nuestra sociedad se ha visto inmersa de nuevo en el “mundo de las princesas”. En particular, en el caso de las mujeres, se han visto expuestas a este fenómeno social, cuya influencia puede llegar a modelar en ciertos casos sus objetivos e ilusiones personales.

Las niñas en la segunda infancia, entre los 8 y 12 años, a menudo poseen un pensamiento mágico. En base a este pensamiento, albergan mundos cerrados, perfectos, donde sólo existe el placer, el disfrute y la expansión del ego. Las manifestaciones más externas son sus objetos de referencia: colores rosa, brillos, “barbies”, idealizaciones inalcanzables de belleza, y disfraces de princesas o iconos de moda con éxito. Sus proyecciones vitales pasan habitualmente por una lógica muy concreta y un estilo mental rápido e inmediato, sin más investigación o especulación acerca del mundo idealizado.

En las adolescentes, entre 13 y 17 años,  predomina cierta rebeldía, que pasa por la identificación de modelos más transgresores. Sin embargo, en lo relacionado con el “mundo de las princesas”, lo que destaca es la añoranza de la riqueza y saciación objetal. El pensamiento es más abstracto y les capacita para valorar las ventajas e inconvenientes de tal mundo de hadas. Enculturizadas en las sociedades de consumo, en ocasiones ven una boda real o un noviazgo con un ídolo como la solución vital a toda su existencia. El monoanálisis de una sola de sus variables (la posesión), anula e impide valorar los inconvenientes que devienen de estatus elevados.

Las mujeres jóvenes, entre 18 y 30 años, pueden generar una frustración momentánea en sus vidas, valorándose como inferiores y con grandes inconvenientes respecto a la modelo presentada. Se preguntan qué condiciones externas o internas tendrá la candidata y que ellas no han sido capaces de desarrollar.¿Dónde estará la base de su éxito?. En lo físico, en lo social, en lo académico, o en la ruleta del azar. Estos pensamientos fugaces les sitúan en planos de fantasía y les alejan de modo peligroso de su realidad y de su singladura vital. Se pueden quedar “enganchadas” a todo un escenario estimular visual: trajes, carrozas, alfombras y coronas.

Finalmente, las mujeres adultas, de 30 a 55 años, revisan su vida (a veces con con nostalgia), ponderando muchas veces lo que pudo haber sido y no fue. Realizan un balance interior, quizás demasiado rápido y fugaz en ocasiones, con resultado agridulce respecto a su vida y elecciones personales. Entran a veces en territorios fantasiosos de su posible vida en un entorno idealizado, de cómo hubiera sido su devenir, incluso su aspecto dentro de ese mundo mágico y soñado. Cada modelo o cada pareja les permite una añoranza personal y una vivencia en directo de ellas mismas en el entorno visualizado. Se eligen estos modelos y personajes en función de la personalidad de la observadora.

Las mujeres mayores, en caminos de senectud, tienen una vuelta ácida y crítica a la realidad: observan la vejez y los inconvenientes de los personajes de ese mundo idealizado y los vuelven más humanos y cercanos a la realidad de ellas. Por ejemplo, observan la vejez de la reina de Inglaterra, sus canas, sus andares cansados, similares a los de ellas. Comprueban cómo los modistos o los cirujanos no invalidan el paso del tiempo en Camila o en la reinas marchitas europeas. Todo esto completa un círculo muy interesante de realidad, y con espíritu crítico se aferran y gozan de su propia existencia, valorando equitativamente su mundo real frente al hipotético proyectado en la TV.

En todas ellas se da el aprendizaje vicariante. Es decir, se exponen frente al modelo, se presta atención a él, se retine la conducta a imitar y luego en diferido se muestra. Dónde: en las celebraciones personales, en los actos de encuentro social donde nos gusta que nos sitúen en un estatus de preferencia.



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